Sostengo en mi mano la pluma mientras miro por la ventana la fina lluvia de la mañana invernal. La maestra ha pedido que escribamos una lista de buenos propósitos para el año nuevo, pero no logro encontrar uno solo, y lo que es peor, ni siquiera puedo concentrarme. Mi mente regresa constantemente hacia los últimos días del año viejo, recordando el juego de la caja…
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| Último atardecer del año 2022 |
“La caja” era una más de las
ocurrencias de mi abuela; me la dio unos días antes del 31 de diciembre con
instrucciones de que no la abriera sino hasta el último minuto del año; se trataba
de una caja vistosa y grande, forrada con papel brillante de color dorado y
adornada con un gran moño azul. Es por demás decir la curiosidad que me
despertaba la caja y la desesperación con la que rompí la envoltura cuando se
llegó la fecha señalada; para mi desilusión, en su interior había una nueva
caja forrada del mismo modo, y así, tres veces más. En la última caja, encontré
solamente una tarjeta que decía: “Había una vez…” Mi abuela, que observaba la
expresión de mi rostro, me sonrió y me abrazó deseándome un feliz año nuevo, yo
le devolví una sonrisa forzada; decepcionado por la broma de mal gusto.
Más tarde, mi abuela me regaló
un hermoso libro de cuentos detectivescos, mis favoritos, y así quedó
compensado el asunto de la caja.
Mi abuela es siempre un
enigma, y todo lo que hace es siempre así, tal vez por eso me encantan las
historias de detectives y me conectan con ella de una manera misteriosa. Tal
vez por eso me gustan sus cuentos incompletos, llenos de preguntas y pistas
falsas que ponen a prueba mi habilidad para resolver misterios. Ha sido así desde que tengo uso de memoria.
Regreso a la pluma y a la hoja
en blanco, tan blanca como mi mente y los propósitos de año nuevo… tan blanca
como la tarjeta después del “Había una vez”…
De pronto, mis ojos se abren como
platos al descubrir, tardíamente, el misterio encerrado en el juego de la caja:
| Primer día del 2023 |
Las grandes historias vienen después, y solamente después, de atreverse a escribir el inicio. Las historias, por pequeñas que sean, son como las cajas dentro de las cajas de mi abuela, son como una sorpresa que se conecta con más sorpresas. Creo que por eso me gustan tanto los cuentos, porque son pequeños secretos compartidos que generalmente pertenecieron a alguien más y de los que nunca sabes qué puedes esperar, porque siempre viajan en dos direcciones: nos habitan y nos permiten habitarlos y la fuerza de sus palabras parecen querer quedarse para siempre en la memoria y en el corazón.
Si pudiera guardar en una caja cada uno de los momentos en que mi abuela me ha contado una historia, seguramente ella, mi abuela, sería la envoltura brillante y el moño dorado y, seguramente también, esa caja tendría ventanas y puertas que me conectarían con otras pequeñas cajas en donde estuvieran contenidos sus propios recuerdos del cuento o los que ella y yo vamos haciendo. Las historias tejen hilos entreverados: del mundo y de otros mundos, de situaciones cercanas y muy lejanas, de lo que es y lo que no es, de lo que no soy, pero quisiera ser… y siempre podría encontrar la hebra que me traiga de vuelta hacia la dulce voz del inicio, porque amo las historias de la abuela tanto como amo a la abuela de mis historias.
Creo que nadie puede escapar a las
historias o los cuentos, porque todos formamos parte de la
construcción de ellos, y en la misma conexión de las cajas, no sé si lo más
importante es recordar quién escribió un cuento, o quién me lo contó, o quién
me enseñó a amarlos y a disfrutarlos; las historias no son de quien las escribe,
sino de quien las lee, de quien la escucha o de quien las hace suyas porque ha
creado un vínculo especial con ellas o a partir de ellas.
Sostengo en mi mano la pluma
mientras miro por la ventana la fina lluvia de la mañana invernal y, de pronto,
sé muy bien lo que quiero tener:
Quiero nuevas aventuras, cuentos maravillosos,
enigmas y misterios por descubrir, quiero lo creado y lo recordado, lo
compartido y lo secreto, lo amado y lo perdido, lo regalado y lo construido, de
quien dedica su tiempo para contarme y para forjar conmigo nuevas historias y
al mismo tiempo, animarme a crear las propias.
Solo entonces pude escribir:
“Mi
propósito de año nuevo es tener muchas cajas vacías,
llenas
de “Había una vez”…”
Betty Cotero

Me encantó, excelente texto que inspira y motiva a valorar cada momento y a hacerlos nuestros!!
ResponderBorrarLas historias contadas a través de tu maravillosa pluma hacen a mi imaginación viajar a gran velocidad con esa abuela y sus hermosas cajas. Gracias Betty eres fantástica.
ResponderBorrarHay quienes se fascinan con las cajas envueltas para regalo, deseando ver la sorpresa que contienen y cuando no es lo esperado viene el descontento. Me admira que este tema muy común en fiestas de fin de año lo hilvanes con la lista de deseos del año nuevo, y sobre todo que retomes al personaje de la abuela (creo que todos hemos tenido alguien así). Felicidades Betty, por hacerme sentir niña cada vez que leo tus cuentos. Un abrazo.
ResponderBorrarMe encanta viajar a esos mundos e historias maravillosas que Dios te permite crear. Gracias querida amiga un privilegio leerte y compartir contigo sueños tqm
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