jueves, 15 de mayo de 2025

De cómo surgieron los maestros

Cuentan los que cuentan…  que hace mucho tiempo ya, en la tierra de los animales, se reunió la primera generación de ancianos a conversar acerca de sus glorias pasadas.

—Yo soy el señor de la mañana —dijo un gallo colosal— si no fuera por mí y mi canto no veríamos los rayos del sol aparecer a tiempo.

—Pues yo soy el rey de la selva —dijo el león— mi trabajo es mantener el orden entre los animales, a mí acuden cuando hay una dificultad que conciliar y así ha sido por generaciones.

—Las abejas somos las reinas polinizadoras, sin nosotras no habría alimentos ni biodiversidad en la Tierra. Al ser yo la abeja reina, me encargo de cuidar la supervivencia de mi especie y, con ello, la de todas las demás.

De esta manera conversaron los animales, hasta que, habiendo saciado su ego y habiéndose jactado de sus mejores cualidades delante de los demás, reflexionaron acerca del legado que dejarían a las nuevas generaciones. Fue entonces cuando se percataron de que nunca habían contemplado siquiera la posibilidad de que cuando ellos no estuvieran hubiera alguien que continuara con las tareas que les habían sido asignadas según su especie.

—He aquí que nuestros días finales se acercan y es necesario que surjan otros que continúen con el trabajo —dijo el gallo.

—Ciertamente todos nosotros hemos recibido dones y trabajos especiales, pero de nada servirán si no hay quien pueda continuarlos en el futuro. Ahora somos muy viejos, ya no disponemos de las fuerzas, ni de la paciencia para preparar a los que nos han de suceder —respondió pausadamente el león, a quien se le notaba cada vez más desmejorado.

—¿Quién continuará con el legado? —dijo un viejo colibrí.

—¿Y quién hablará a su mente y a su corazón para hacerles entender la importancia de cada labor? — replicó la abeja con preocupación.

— Hagamos una convocatoria entre los animales para encontrar entre ellos el que sea idóneo para esta difícil tarea —Intervino nuevamente el león con determinación.

Así lo hicieron, y he aquí que vinieron animales de todas partes trayendo sus mejores propuestas.

El primero en presentarse fue el búho. En cuanto lo vieron llegar, los ancianos pensaron que él sería el indicado, pues su fama de sabiduría le precedía. Efectivamente, el búho explicó magistralmente la importancia de cada actividad, pues conocía a la perfección cada oficio debido a que su visión desde la rama en la que se posaba cada día, le permitía darse cuenta de la forma correcta en que cada trabajo se llevaba a cabo. El problema fue que, al tratar de explicar, el búho hablaba y hablaba sin parar y terminó por aburrir a la audiencia que se quedó dormida en seguida.

Después apareció una hilera de hormigas que avanzaban con paso marcial dando una demostración de trabajo en equipo, orden y organización; desde su punto de vista, todo podía aprenderse mediante el trabajo duro, organizado y repetitivo. Lo malo fue que cuando alguien intentaba preguntar algo o hacer alguna sugerencia, ellas no aceptaban salirse de lo que ya estaba previsto.

En seguida apareció un perro lanudo que perseguía alegremente una pelota, al ver a los asistentes saludó a cada uno con un lengüetazo en la mano, luego comenzó a lanzar la pelota a cada uno moviendo la cola de un lado a otro. Cada vez que alguien le regresaba la pelota se mostraba muy satisfecho y corría a lamerle la mano en un gesto de aprobación y volvía a lanzar la pelota. A todos les bastó una mirada para saber que el perro no podía tomarse las cosas en serio, por lo que fue expulsado de inmediato.

Finalmente llegó un castor gordo y de andar pausado, no parecía el candidato más atractivo y, sin embargo, captó la atención de todos cuando colocó una rama delgada en el centro del salón y comenzó a decir:

—Esta rama por sí sola puede ser arrastrada por las corrientes de agua, pero un par de troncos entrelazados, que se entrelazan a su vez con otros dos, harán un eslabón fuerte. Las ramas inferiores sirven de base y de cimiento para las que se irán colocando arriba. Una serie de ramas bien apuntaladas construyen diques que transforman el paisaje y benefician a los que están alrededor, al tiempo que nutre la tierra. Creo que la tarea que ustedes proponen realizar debe ser algo muy parecido a esto.

—¿Y los diques siempre se harán de la misma manera? —preguntó con interés el gallo.

—Nunca habrá dos iguales. Cada uno tiene su forma, su tejido y su tamaño, sus puntos débiles y sus fortalezas. Es por eso que tan importante es la tarea como el encargado de llevarla a cabo. Solo un constructor sensitivo es capaz de reconocer en donde debe apuntalar y en donde construir, cuándo es necesario reforzar y cuándo embellecer, cuándo compartir, cuándo animar y cuándo empujar con suavidad… Y cuando nuestros jóvenes aprendices actúen con gozo en beneficio de los demás, estaremos seguros de que la tarea logró hablar a su corazón.

—Me parece que este castor es el indicado, creo que todos deberíamos de seguir esta idea a la que llamaremos enseñar. —Afirmó alegremente el león.

Pues entonces podemos dejar en las manos de este joven castor la gran tarea de enseñar a los que nos han de suceder. ¿Qué dices castor, quieres ser el gran enseñador?

—No —respondió el castor. —Yo no soy el indicado, yo solo descubrí delante de ustedes la forma de hacerlo, pero esta tarea solo puede ser llevada a cabo por alguien de gran corazón, alegría y espíritu noble.

Entonces todos vieron entrar al perro, a quien desde ese día llamaron: Maestro.

(Texto Betty Cotero)



(Ilustración: Brenda Cotero)


miércoles, 30 de abril de 2025

Arrullo

 

Con un arrullo llegué

A la ro, a la ro…

Arrorró mi niño, arrorró mi sol

A la ronda, ronda

Luz de mi ilusión.

 

Fue mi primer libro

arrurú, rurrú

en brazos de cuna

y la luna azul.

 

Una voz me canta,

me cuenta y me ve.

Sus palabras leo

y el mundo también.

 

Mil y una palabras

cantan para mí,

ellas me construyen

desde que nací.

 

Y como una ronda

redonda, redonda,

voces y palabras

se hacen luz y sombra.

 

Dan sentido al mundo

con su sencillez

grabando recuerdos

de aquella niñez.

 

Y aunque el tiempo pase

me siento seguro

siempre que me mece

un abrazo tuyo.


Arrorró mi niño, arrorró mi sol

A la ronda, ronda

Luz de mi ilusión.

Texto: Betty Cotero B.

Ilustración: Brenda Cotero G.



martes, 24 de diciembre de 2024

Cantan los niños del mundo.

 



Inviernos acordes se escucharon ya,

Flotando en el aire, notas a un compás,

De niños y niñas que quieren cantar

Contando sus voces en la navidad.


Un niño migrante comienza la estrofa,

Canta sus anhelos en tierra sin dueño,

Donde sus pisadas las fronteras borran,

avanza cantando y va sembrando sueños.


Potente estribillo entonan las niñas,

cantando muy fuerte y así nos inspiran:

“Despliega las alas, vuela, brilla y cree.

El mundo te impulsa, por tu sueño ve”.


Vienen los silencios… niños de la guerra,

Su cantar nos duele, su dolor nos quiebra.

El silencio rompe en estruendo creciente.

¡Cesen los cañones, cante el clarinete!


Con voces unidas, los niños del mundo,

Levantan sus voces para recordarnos:

Es tiempo de niños, de un vivir más justo

De formas sencillas y sin complicarnos.


Cantan pues los niños ya sin etiquetas

Sin la geografía y sin diferencias,

Sus voces entonan otra realidad,

¡Crece la esperanza en la navidad!

(Texto Betty Cotero

 Ilustración de Brenda Cotero)

domingo, 25 de agosto de 2024

Sopita de letras

 

¿Recuerdas tus primeros días en la escuela? ¿los días en que aprendiste a leer?

 

Es curioso que mientras examino esos recuerdos, en mi mente vuelvo a mi vieja banca en el salón de clases, repitiendo hojas y hojas con planas de letras a la hora del recreo. Por suerte, no estaba sola, en algunos otros pupitres los lápices se movían al ritmo de la frustración y el sentimiento de incapacidad que me unía a otros tantos desventurados que tampoco aprendían al ritmo de los demás. El recuerdo en mi mente se torna gris y lleno de sinsabores.

En casa, en cambio, el sol entraba por la ventana iluminando la mesa mientras yo mojaba mi cabello en un plato de sopa de letras. Escogía con sumo cuidado aquellas que formaban mi nombre y las separaba en un extremo del plato para mirar orgullosa mi logro:  ahí estaba yo, en un plato cuyo contenido hervía oliendo a hogar. ¡Yo existía en esas letras que me representaban! Enseguida y de forma natural fui capaz de escribir también los nombres de mi familia: mi mamá, mi papá, mis hermanos y hasta mi perro Terry… como si las letras se colocaran juntas para decir… para existir…  ¡Tenía al mundo en un tazón y no lo sabía!

Sin darme cuenta,  me encontraba frente a uno de los mayores descubrimientos de mi vida;  las letras tomaban significado y se convertían en las personas que yo amaba, y no era precisamente porque estuvieran juntas, sino porque el desfile de colores y aromas daban sentido a esos nombres, evocando en mi mente un sinfín de imágenes que escapaban de las letras y de la circunferencia del plato, mezclándose con el olor del jitomate y la cebolla entre las manos de mi madre, mientras mis hermanos y yo jugábamos con Terry esperando a que la sopa “soltara el hervor” para sentarnos a la mesa. La convivencia y el cobijo familiar llenaban de buenos sabores cada una de esas tardes y la escritura en mi plato me permitía preservarlos con naturalidad.

 En mi experiencia, es evidente que en aquél recuerdo de tonos grisáceos se habían sentado las bases para el aprendizaje que, sin duda, ocurriría tarde o temprano, por las buenas o por las malas, con sabores dulces o amargos o incluso, con ausencia de ellos… pero la verdadera experiencia y el verdadero descubrimiento sucedió al calor de mi plato de sopa de letras porque representaba al mismo tiempo la calidez del hogar y la conexión con lo cotidiano.  Saber y sabor van de la mano.

Al cabo de los años sé, que el descubrimiento ocurrido en mi sopa de letras era un arma poderosa, porque escribir no es solo un acto de repetición mecánica ni está anclado a un tiempo determinado, sino que es un acto trascendental y liberador gracias al cual, hoy me es posible reescribir los sinsabores vividos aderezándolos con palabras dulces, pícaras, aromáticas, luminosas… porque siempre que podemos reescribir los sinsabores también es posible liberarnos de ellos y sanar.

 Ojalá que en este nuevo ciclo escolar los aprendizajes se sazonen con palabras dulces, experiencias cercanas, gestos comunitarios, calor de hogar, sonrisas comprensivas, miradas de empatía…


¡Sopita de letras para todos!

 

martes, 30 de abril de 2024

Tiene al mundo de cabeza

 

Nota: Comienza a leer el poema desde abajo.

(Imagen tomada de Pinterest)
 

Tuve que empezar al revés.

Pues al verte de cabeza...

Y contagiarme después,

No dejes de columpiarte

Ñani ñani ñani ña

 

sea la única que está bien?

¿No será que de algún modo

Y ella cuelga de revés…

Y si el mundo está patas arriba,

 

Dilo rápido otra vez.

Ñani ñani ñani ña

De una ñani ñani es

La cabeza … de cabeza

 

iey…ieY!! (Porque gritaba al revés)

Al ritmo de un grito loco:

Agítanse al aire los brazos

Más abajo y hacia abajo,

 

Va y viene en un vaivén.

El cabello le columpia

Más abajo que los pies

La cabeza… de cabeza,

 

Solo asomaban los pies.

Pues sobre aquella rama

Tuve que empezar al revés





 

 


martes, 2 de abril de 2024

Una maleta con aroma a papel


 Mamá me preguntó muchas veces por qué cargaba con esa maleta a donde quiera que iba… y era verdad, hacía tiempo que la llevaba conmigo a todas partes. Tal vez a mi mamá le preocupaba lo pesada que podía ser… quizás alguien le había insinuado que no debía permitir que una niña tan pequeña anduviera por ahí cargando una maleta… o tal vez solo disfrutaba viéndome llevarla a todos los lugares posibles; se había hecho indispensable.


¿Por qué llevar a todas partes una maleta? La respuesta es simple, pero también muy secreta: todos necesitamos, de vez en cuando, poder escapar.


Yo he escapado muchas veces desde que la maleta llegó a mí, y con ella en mano me sentí ciudadana del mundo y de otros mundos. Me bastaba abrirla para que se convirtiera en mi guía y pasaporte, en aventura, llave, puerta y acción; con ella corría por el bosque, escalaba la montaña, viajaba en barco o en dragón. Con ella existía y no… era yo en el aullido del lobo, en la vela del Galeón, en el potente catalejo, en el zumbido de una abeja o en una terrible explosión. Podía ser el disfraz, la mentira o la verdad. Existía en ella y ella en mí.


Pensarás que con todo eso dentro, pesaría demasiado, pero mi secreto mejor guardado era su ligereza, la ligereza para llevarla a todas partes y la ligereza con que me permitía ser, entender y vivir lo necesario y lo innecesario, lo imaginable y lo inimaginable, lo posible y lo imposible, sostenido todo en sus delgadas hojas de papel.



Abro mi maleta de nuevo, percibo su dulce 
aroma a papel y sé que en su lectura me aguarda un nuevo escape, un nuevo viaje a emprender.

“Segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer” (Peter Pan)

          

 

Mamá me preguntó muchas veces por qué cargaba esa maleta…  Creo que ella siempre supo que, hacerlo, me haría fuerte.



Texto: Betty Cotero B.

Ilustración: Brenda Cotero G./ Título: "Cuando leo un cuento, yo..."








domingo, 24 de marzo de 2024

Felicidad

 

De oreja a oreja, sonrisa

Mueca siempre imprecisa,

Canto y bailo de contento

Traigo música por dentro.

 

De charco en charco brincando

En la lluvia chapoteando,

Fuerte lluvia o suave brisa

Nada cambia mi sonrisa.

 

Es un cofre bien guardado

La razón de mi ventura

Que contiene resguardado

Cada gesto de dulzura.

 

Es la tibieza de un beso,

Rayos de felicidad

Es el abrazo travieso

Y el color de la amistad.

 

Se dispersa como espora

¿Sabe a helado la alegría?

Carcajajada sonora

Rebanada de sandía.

 

De oreja a oreja sonrisa,

Disfruto todo sin prisa,

Fuerte lluvia o suave brisa

Nada roba mi sonrisa.

 

 Betty Cotero

(Imagen tomada de Pinterest)


De cómo surgieron los maestros

Cuentan los que cuentan…   que hace mucho tiempo ya, en la tierra de los animales, se reunió la primera generación de ancianos a conversar a...